Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

sábado, 6 de marzo de 2010

Estrenando historia

Estrenar casa es muy parecido a estrenar amante, porque se siente raro pero bien. Raro porque aunque sabes dónde está todo, se siente como que diferente. Y bien porque sabes que después de algunas noches, se hallarán el modo.

La cosa es que toda mi vida queretana la había desarrollado en el norte de Querétaro, subiendo por uno de los cerros que enmarcan la ciudad. Amaba mi cerro, sobre todo cuando bajaba en un alephesco atardecer y mi coche recibía las cagadas de los pájaros. Me sorprende no haber chocado de noche, porque siempre subía viendo por el retrovisor las luces de la ciudad.

Además tenía mi panadero en camioneta que se anunciaba con una canción cantada por Tin-Tan. Los del gas que tenían la buena puntada de despertarme desde las 7am con su grabación gangosa o los de los tamales, oaxaqueños los tamales. Algún tiempo tuve un sereno y amaba su pitido nocturno.

Durante el tiempo que viví ahí, la civilización nos alcanzó y llegó un Super Q y un Megamercado. Sin embargo, yo le seguía siendo fiel al señor de la tiendita de enfrente porque me veía las chiches y me redondeaba los centavitos hacia abajo. Además conocía perfectamente los lugares de urgencia como modeloramas, farmacias o cibers. Y por supuesto, mis infaltables gorditas, micheladas y tortas ahogadas.

Si las paredes de esa casa hablaran contarían muchos (¡demasiados!) secretos: Pedas, amores, confesiones, cambios. Como cuando me quedé afuera de mi casa toda emperifollada y me tuve que saltar la reja con ayuda de mi guía turístico. Y cuando lloré por un ramo de rosas que no esperaba. O esa noche de luna llena que me resfrié por andar en pelotas en el patio. O cuando Scampi pasaba por afuera y no tuve más remedio que agarrarlo. Y cuando el corazón se me apachurraba de pensar en dejar fuera al Negro y a la Güera, los perritos semi-callejeros, amigos de los míos. Ahí preparé tapas y margaritas. Ahí corrió el tequila y la cerveza. Muy cerquita de ahí tenía a los míos. Y la noche que decidí dejar mi trabajo.

Por estar en un cerro, el aire corría estruendosamente. Amanecía y del cuarto de la computadora se veían los cerros en su verdedura, como diría un conocido francés. Cuando llovía en Querétaro, ahí arriba no y viceversa. Odiaba a los preparatorianos y a los minibuseros. Nunca hice amistad con mis vecinos y los niños me conocían por ser la “señora de los perros” ¬¬

El vendedor de esta casa me dijo para llenar uno de esos silencios incómodos que "lo bueno es esta sería mi última casa". JÁ. No me conoce el wey. La verdad no lo sé. Pero de eso no se trata el post. De lo que se trata es que casas guardan un pedacito de nosotros y esa, en San Pedrito los Arcos tuvo mucho de mí.

Sólo queda escribir una nueva historia en esta casa que tiene, como diría mi maestro del taller de escritura, alta sensorialidad. Se escucha a revolución, huele a desayuno y la obscuridad abarca mucho. Hay un pueblito cerca que desentona con la ciudad y mi precioso centro está muy, muy cerca. Quizá un día me vaya caminando.

Hoy probé las ahogadas del río y pasaron la prueba pseudo-tapatía. El pan es duro y el chile si te deja esa sensación en la boca de haber pecado.

Supongo que esto no está tan mal.

2 comentarios:

Nebulosa dijo...

Y por qué te cambiaste entonces?

La Rosy dijo...

money talks!