Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

miércoles, 17 de marzo de 2010

2/15 Chilangas

II.

El sol aún no se asoma tras esos cerros y volcanes cuando salgo a trabajar. De un portazo estoy fuera de mi casa y escucho al viento azotar unas contra otras las hojas que les quedan a los árboles de Tlalpan. El ruido de periódicos y botes vacíos arrastrándose por el piso me hacen resguardarme en el marco de la puerta, en un intento por evitar que el polvo me entre a los ojos. Esta siempre ha sido mi ciudad y sé cómo cuidarme… hasta de esos vientos invernales.

En ocasiones me he preguntado si en el fondo no soy más que una pueblerina. Y es que las calles angostas y empedradas de Tlalpan dejan fuera al tráfico de la ciudad. Caminando de la mano de Eugenio me enamoré del quiosco que adorna el centro de su plaza, del elotero, de los hippies que venden collares los domingos. Mi cuerpo comenzó a tornearse por devorar los tamales de la esquina -con champurrado y en torta-, el pan y la cerveza de la Jalisciense. Ya no temo a los borrachines meados y tirados, a los teporochos o a la loca de negro que pasea por las noches.

A lo lejos, escucho a los perros que ladran y a los coches que rugen. La Ciudad de México está despertando. ¿Acaso durmió? Yo, al menos, no.

El viento se llevó la flojera que la combinación de baño y café no habían podido sacar de mi cuerpo y comencé a caminar con pasos decididos. No había tiempo que perder, que los minutos chilangos avanzan más aprisa que en el resto del mundo y aún me quedaba más de medio Insurgentes para llegar al trabajo.

A pesar de la prisa, no pude evitar el detenerme en aquella lomita desde donde se ve cómo la ciudad quiere escapar de sí. Donde por cada luz hay una persona, con sueños, esperanzas, problemas y decisiones por tomar. ¿Qué se sentirá ese idiota por dejar a su perro congelarse en el techo? ¿Qué usará por la mañana aquella que dejó los calzones en el tendedero? Y el dueño de ese coche destartalado, ¿Cuándo lo irá a tirar?

Desde la primera vez que las vi, le dije a Eugenio que eran estrellas en el piso. Sus ojos científicos se entrecerraron y las cejas muy juntas me hicieron ver que su cerebro se había puesto a funcionar -Es la capital tratando de opacar a tus amadas estrellas y yo digo ganó- agregaba sólo por chingar. Entonces se reiniciaba la vieja discusión sobre hombres y estrellas. Pleitos de astrónomo con antropóloga que no buscaban encontrar un punto en común en otro lugar que no fuera nuestra cama.

Y es que en realidad no importaba mucho el no convencernos de teorías y prácticas, cuando apenas hace algunos meses nos habíamos convencido que nos era imposible dormir sin ver antes el resplandor de nuestros ojos. Entonces supimos que la pelea entre luces artificiales y estrellas tenía un ganador.

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