Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

lunes, 8 de diciembre de 2008

Para que puedas sentirte vivo

¿Puedes oírme? ¿Puedes oir como grito? Desgarra la garganta de Dave Grohl justo al volver a tomar Bernardo Quintana. Le subo más. Acelero más. Un último respiro antes de que cierre los ojos. Los 313 megas de tu carpeta tocan en mi ipod y retumban en los vidrios de mi auto.

En esta noche madrugada de domingo quedamos muy pocos rondando la ciudad. Supongo que lo que lo hacemos impulsados por la adrenalina o cualquier sustancia que nos haga sentirnos vivos e ilusioramiente libres.

¿A poco no quieres? Mi mente brinca a esas noches del Love Parade alemán. De camisetitas sin brassiere, música electrónica y demasiados cuerpos moviéndose juntos en un cuarto pequeñito. Verano europeo, noche asfixiante, calor sofocante. El ambiente olía a sudor, a vino derramado, a hachís. Luces multicolores y colores chillantes hacían que esa masa amorfa de brazos, piernas y cabezas crearan un nuevo ser mitológico. Muchas, demasiadas manos acariciando mi cuerpo. Mujeres, hombres, ¿Acaso importaba? ¿No podemos darle al amor una oportunidad?

Freno en seco. Mi corazón se acelera con una percusión constante. La patrulla me pasa y la percusión en mi pecho y sienes se empata con Maps. Ellos no te aman como yo lo hago. No se si sea la madurez que da la experiencia o el timming de baterista, pero has adquirido maestría en mi cuerpo. Tú llevas el ritmo, y yo a ciegas, me dejo llevar. Mi cuerpo te responde con quejidos, líquidos y movimientos consecuencia del placer, de vivir. Pero tu no estas aquí, y yo tampoco quiero estarlo .

¿Puedes leer mi mente?. La percusión cambia por bits acelerados, y mi cabeza se abarrota de imágenes diferentes, de gente, fechas y nombres. De lugares, amaneceres y besos robados. De mil risas, viajes y sin sabores. Una gran película sobre fantasmas de mi pasado y un futuro que me asusta y que niego a aceptar.

Y los primeros rayos del sol se cuelan por los Arcos, aumentando esa sensación de seguir cayendo. Destrozando mis sueños, agonizando mis ilusiones. Por fin me acuesto sola en mi cama y, como las notas tristes y largas que salen de un bandoneón, vuelve el mareo , recordándome que aunque yo no me sienta viva, algo en mi si lo está.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Informe de rebeldía histórica



Debido a que en últimas fechas se ha confundido el término Rebelde, asociándolo con música para idiotas, el siguiente informe ejemplifica cómo desde el inicio de la civilización, existe la necesidad de la juventud por rebelarse contra lo establecido.

Todas las sociedades requieren de costumbres y tradiciones para sustentar las actividades económicas, políticas y sociales. Con esto, la sociedad garantiza el orden necesario e indispensable para continuar en su crecimiento y evolucionar históricamente.

En este mundo occidentalizado, consideramos que los actuales usos y costumbres son los más civilizados y tendemos a catalogar a las pasadas expresiones como barbarismos. Por esta razón, debemos considerar el entorno histórico de cada sociedad, para así, entender su rebeldía.

Caso 1. Aztecas.
Sociedad guerrera por antonomasia. Para 1498, se reportan células rebelde llamadas "Los Jipitzins", quienes predicaban el amor y la paz, y se reunían a vender chacharitas y fumar peyote en el Chopo. La siguiente imagen es una reproducción de una estela azteca.



* ¿Qué chingados quieres decir con que no vas a la guerra?
** Paz, hermano.

Caso 2: Egipcios
Sociedad milenaria creadora de grandes y excelsas pirámides. En coherencia con esta majestuosidad, solían vestirse con grandes lujos. Sin embargo, hacia el 563 A.C. una secta comenzó a utilizar animales vivos como sombreros, predicando una moda y un estilo de vida austera.



*¿De donde putas sacas la "austeridad", Amón?
* ¡¡Mi lagarto!!

Caso 3: Inglaterra s.XVIII
Para continuar con el legado inglés, la tradición más importante era la de tener tantos hijos como fuera posible. Sin embargo, hay evidencias que el príncipe Albert se unió a uno de esos grupos estoicos que predicaban la castidad, el ayuno y el no a todos los placeres carnales.




lunes, 17 de noviembre de 2008

Tragedia en papel y cartón

A la inocente edad de 10 años, fui la primer niña vetada de las fiestas infantiles del colegio. Mi vergonzoso comportamiento tuvo raíces años muchos antes. Mis padres nunca se dieron cuenta de la gravedad del asunto, hasta que ese triste día del 85' la madre superiora les dijo firmemente “la niña no entra más”.

Como buena chilanguita clasemediera mis papás me organizaban religiosamente mi fiesta de cumpleaños en Chapultepec, a la que asistían todos mis primos e hijos de los amigos de mis papás. Había globos, payasos, carne asada o hojaldres de mole, pastel y por supuesto, piñata.

Mi mamá me hizo la fiesta de un año hasta el año 4 meses, cuando ya me podía parar perfectamente y sostener la palita en la mano para atizar la piñata. Por supuesto, mis padres me tuvieron en entrenamiento y fui la sensación de la fiesta... así como el inicio de mi tragedia social.

A los 4 años, comenzó la tradición de que en mis fiestas, yo rompía mi piñata. Supongo que era una especie de compensación psicológica por compartir la fiesta con mi hermanita, 2 años menor. De esta manera, mis papás se ahorraban una pachanga y yo tenía lo que más quería. No me importaba que no fuera la única festejada.

Mi mamá, siempre atenta a mi comportamiento, ya se había dado cuenta de mi obsesión con romper la piñata. Días antes de la fiesta yo entrenaba con palos de escoba, pegándole a los árboles y bancas del parque. Incluso a veces, me daba vueltas en mi propio eje para practicar mi tino mareada. No iba a permitir que un leve mareo me alejara del objetivo final: madrear un animal de papel y cartón.

Mi fiesta de 5 años estuvo en peligro de no efectuarse, ya que en uno de mis entrenamientos, rompí el palo contra el buró de mi cuarto. La parte volátil pasó rozando mi cabeza y aterrizó en la frente de mi hermana, quien cantaba interminablemente “dale dale dale, no pierdas el tino”, debido a que le había prometido darle a cambio alguno de mis regalos.

Yo contra el pato maldito

Yo no lo sabía pero todo este entrenamiento era innecesario, ya que justo cuando la piñata estaba por romperse, mis papás me ponían a darle. Incluso llegaron a sobornar a los otros niños con dulces y juegos, con tal de que yo terminara rompiéndola y no armara la de Troya. El plan siempre salía a la perfección. Sin embargo, en mi interior se estaba gestando un monstruo y nadie lo sabía.

Dicho monstruo salió cuando a los 7 años y, en una fiesta que no era mía, armé un escándalo digno de una novela de televisa cuando no fui yo quien rompió la piñata. No sólo di de patadas y berridos, si no que, cuando ya me encontraba en aparente calma, tiré del columpio al niño que me había suplantado. En mi defensa alegué que tenía que haber metido las manos para no tener semejante chichón en la cabeza.

Mis papás no sabían donde esconderse. Rosita, siempre tan bien portada, tan alegre, tan bailadora. ¿Como pudo haber hecho eso? Me sacaron de la fiesta sin bolo y reprimieron mi comportamiento todo el camino de regreso a casa. Pero como su mentalidad era de adultos, nunca se dieron cuenta que lo hice en cruel venganza.

Fue en la siguiente fiesta -que tampoco era mía y por lo tanto el final de la piñata no había quedado en mis manos- en la que una vez roto el objeto de mi obsesión y comenzados los juegos infantiles, me desaparecí armada con un palo. Me encontraron justo donde estaban los restos de las piñatas con los ojos llorosos y llenos de rabia, mientras destrozaba aún más los dolidos restos de un caballo de cartón y papel china. Tanta era la fuerza de mi castigo, que mis papas creyeron que había algo más tras esos golpes.

Fui a dar al psicólogo. El loquero calmó a mis papas, argumentando que sólo era un mal día. "La niña quiere llamar la atención".

El asunto fue olvidado y coincidió con un cambio de escuela y por lo tanto, de amiguitas.

En esta nueva escuela se acostumbraba hacer un pequeño pastel y piñata a las cumpleañeras que eran recogidas más tarde. Ese día me quede yo y, sin el ojo atento de mis padres, la desgracia comenzó.

Al principio exigía con llantos que era mi turno, que yo tenía que pegarle. Primero en un tono lastimoso, pasando por berridos, gritos, exigencias y amenazas. La maestra reprobó mi conducta y me mandó fuera del lugar. Saqué un palo de sabedonde y me puse a pegarle a la piñata al mismo tiempo que la festejada, quien, enojadísima se lanzó a golpearme.

Lo mismo hicieron las demás niñas salvajes y tuve que ser rescatada por la madre superiora, quien me puso a rezar ante el santísimo sacramento para que perdonara mi indisciplina. Yo, que nunca fui muy creyente, lloraba de coraje entre maldiciones. Las monjas se creyeron mis lágrimas, sin embargo, no dejaron de informar a mi santa madre lo ocurrido. La pobre no sabía donde esconderse.

Desde ese día y, cuando iba a haber fiesta, por ningún motivo podía quedarme más tarde de las dos.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Vete al sur

Un piso en Atocha no queda tan cerca del cielo, pensaba al entrar a esa vieja estación. La máquina había hecho lo suyo, me encontraba en las coordenadas y el día el correcto. Ahora sólo me quedaban 20 horas para hacer lo mío. Más que suficientes.

Había vuelto. El vivero, las tortugas, los top manta, el cielo azulísimo. Todo estaba ahí. Faltaban sus besos, mi sonrisa que enseñaba todos los dientes y sobre todo, faltaban sus dedos dibujando mi escote mientras me tomaba un cortado en la barra de esas islitas con café.

Pagué un euro y medio por el café (una ganga) y una sonrisa melancólica se dibujó en mi rostro ante el ¡Venga, guapa! del cantinero. Vi mi backpack naranja solo junto a esas bancas. Nunca había sido muy cuidadosa y las veces que perdí algo, me estaba esperando en la zona de “objetos perdidos”. Por eso es que esa pobre mochila sucia lucía tan abandonada. En un rápido movimiento la tomé y subí al tren rumbo a Sevilla. Ese bulto pesaba más de lo que recordaba.

Ya instalada en mi asiento de segunda clase, abrí la maleta. Hasta arriba encontré un Teddy Bear -Que raro, pensé- y con enorme curiosidad y prisa espulgué para que más hallaba. Una falda azul con vuelo y unas tanguitas con la leyenda “kiss me maddly”. -Muy sexy- pensé con una sonrisa torcida y me lo medí -muy pequeño para estas caderotas- .

El inventario que uno carga en una maleta dice más de ti que lo que tienes en casa. Esos siete, diez kilos serán tu vida un tiempo y hay que encontrar la manera de apachurrar bien lo indispensable, por eso me sorprendí tanto al encontrar ese oso de peluche.

El AVE aceleró y apenas me di cuenta cuando ya estaba en los suburbios de Madrid. En el 2007 y a 200 kilómetros por hora, era de los trenes más rápidos. En los de mi tiempo, sólo al arrancar es posible ver algo más que una mancha en movimiento.

¿Que mas hay? Una foto con dedicatoria me hizo envidiar a sus amigos. Un libro de Poncela y un encendedor. ¿Ya fumaba? una cajetilla lo confirmó. Recordé el placer que era fumar después de comer o con un café. Me maldecí por haberlo dejado. ¿Para que?, si al final lo que me ha de matar no es un enfisema.

Seguí espulgando con ansiedad. Cada objeto desempacado me indicaba que pertenecía a una persona muy diferente y lejana a mí. Sin duda, ella era alegre, desinhibida y con un gran futuro por delante.

Encontré su pasaporte lo comparé contra el mío. Mismo nombre, misma fecha de nacimiento, diferente cara. Su foto gritaba felicidad y la mía amargura. Y no eran las arrugas. Guardé todo antes de comenzar a llorar.

Sólo me queda esperar a mañana. Esperar haber activado las reacciones correctas al volver en el tiempo y nunca conocerlo.

Y no terminar refundida 30 años en una cárcel catalana.

lunes, 3 de noviembre de 2008

De las cosas que pueden pasar en un viernes de quincena cualquiera, a una persona cualquiera

Muchos días como esos habían pasado para Mario durante este año. Sosteniendo su cigarrillo con una mano y un florero en la otra, Mario era dueño del mundo. Sonreía como sonríen los que sostienen un florero con una mano: con un ligero aire primaveral. Y con la inocencia de las primeras lluvias de febrero, no sabía que todo estaba a punto de valer verga.

Debió haberlo vislumbrado cuando, al dar un trago al florero le pareció la margarita mas detestable del mundo. Cuando vio que en realidad eran rosas, comprendió que ya estaba muy borracho. Las rosas siempre le han parecido deliciosas.

-¿Siempre tomas agua de rosas?- le preguntó ella con una sonrisa tan torcida que un hoyuelo de la nariz se le abría de más.
-Siempre.- Aseguró Mario con el convencimiento que viene tras 8 cubas.
-¿Sabes?, tengo rosas recién cortadas en mi casa. ¿Te gustaría un tesito? - le pregunto presurosa
-¿Con una nube de leche descremada? -
-Claro, como debe ser un buen te de rosas- y abrió aún más la fosa nasal izquierda.

Mario, hipnotizado por tan peculiar sonrisa, la siguió hasta el fin del mundo. Cuando el fin del mundo dice MOTEL PARIS.

Ella se adelantó para “ponerse cómoda”, mientras Mario terminaba con la transacción financiera con el encargado. “Ya valió verga”, pensó cuando vio que le faltaban 150 pesos para cubrir el importe de las 3 horas que cuestan en estos tiempos los niditos de amor. El encargado, comprensivo, aceptó que le pagase a la salida.

Como la comodidad verdadera sólo se encuentra cuando se está en pelotas, él se fue quitando la ropa para encontrarla a ella en el esplendor de todas sus colgantes carnes. Cerró los ojos y pensó en Adela Micha. Con la Micha en la cabeza y la otra debajo, se dedicó a hacer a lo que iba.

“Ya valió verga”, pensó Mario cuando la rigidez no era la suficiente para tan acrobática actividad. Culpo a la Micha y culpó al alcohol. Sin embargo, ella ponía ojitos de borrego con estrabismo y emitía gemiditos de ardilla apachurrada. Estaba fingiendo -por supuesto- y Mario se lo agradeció.

El final -de ella, claro- fue rápido y esperado, seguido de los halagos de siempre.
-Esta usted tan hermosa y delicada como un jarrito de tlaquepaque-
-¡Ay licenciado! ¡Que cosas dice!-
-Debe ser el agua de rosas, pero esta usted mas delgada que hace ocho días-
-¡Ay licenciado! Que cosas dice!- Mientras se enfundaba en unos calzones que bien podrían haber cobijado a un recién nacido o dos.

Ya iban saliendo del nidito de amor cuando Mario le dice con voz altamente varonil:
-Estelita, que pena, pero necesito que me preste 150 pesitos, el lunes se los repongo, preciosa.
-¡Ay licenciado! Que cosas dice!-

Y lo dejó en el Motel con la promesa de regresar por él y con los 150 pesos que sacaría de su tarjeta.

“Ya valió verga”, pensó Mario por tercera vez en esa noche, cuando al cabo de 50 minutos, Estelita no llegaba.”Ya valió verga”, volvió a pensar después de 2 horas y ante la mirada ganosa del encargado tuvo que aceptar el intercambio oral que le proponía para salir de ahí. “Si te la chupan sigues siendo hombre”-se convencía a sí mismo- “piensa en Adela Micha con bigotes”. Cuando la transacción terminó, Adela Micha estaría para siempre prohibida como fantasía sexual.

Salió del Motel París, encontrándose a Estelita estacionada. ¿Porque tardó tanto licenciado?. Mario se limitó a hacer un gruñido gangoso.

-¡Ay licenciado! ¡Que cosas dice!- rió ella con una coquetería que rivalizaba con el cortejo de las pingüinas del medio oeste de Alaska. Una vez sin su secretaria, se dirigió a su casa, con la esperanza que la borrachera sea tan fuerte, que olvidara lo que había pasado.

“¡Ya valió verga!” exclamó Mario fuertemente levantando las manos y llevándoselas a la cabeza cuando vio el auto de su suegra estacionado en la entrada de su casa. Intentando evitar la letanía de reproches sobre las horas de llegar y el estado inconveniente en el que venía que seguramente le proporcionaría su mujer y su chingada madre, Mario comenzó a subir el árbol que daba a la habitación de huéspedes.

La mujer salió al oir ruido. Un pájaro emprendió el vuelo. Un foco se encendió y Mario cayó de lo alto. “Ya valió verga” Exclamó la mujer al ver a Mario caer cual costal de papas gallegas. Mientras era llevado al hospital, la mujer y su chingada madre le reprochaban las horas de llegar, el estado inconveniente y la estupidez de subir árboles a esa edad y con esa complexión.

Mario descansaba en la cama del hospital. Por fin su mujer y su chingada madre se habían callado, puesto que se habían dormido. El Doctor entro a la habitación y le dijo la mala noticia:

-Ya lo he confirmado, es SIDA- dijo el Doctor con ecuanimidad
-¿Como es posible?- gritó Mario desencajado- ¡Si el encargado sólo me dio algunas chupaditas! ¿O sería Estelita? ¡Esa gorda caliente, buscona y mentirosa!.
-Esta confirmadísimo, señor.
-¡Pero ni sangre me han sacado!
-¿Que habitación es esta?
-La 4C- contestó la chingada madre
-Ah, entonces solo es un brazo roto, disculpen la confusión-

“Ya valiste verga”, adivinaba Mario el pensamiento de su mujer y su chingada madre.

lunes, 27 de octubre de 2008

Dos fiestas de espantos y un susto

Fiesta 1.
- ¿Qué onda con tus amigos gandallas, eh? - Me aventaron como "indirecta" mis compis del trabajo, cuando realmente lo querían decir era: Corre a la chingada a esos malandros

Estábamos en una fiesta de disfraces que yo organicé. Desde cobrar, hasta adornar el lugar y hacer de comer cosas espantosas -pero deliciosas- lo hice yo, con apoyo de dos achichincles. Supongo que esa fue de las últimas veces que anduve de "organizadora" de fiestas, antes de que la gente en general me cayera como hotcakes con mermelada en mañana de cruda.

En la semana, había invitado a la mentada fiesta unos amigos. Ellos no se convencían mucho a ir, ya que mis compañeros de trabajo eran, básicamente, muy ñoños.

Ya con todo preparado, me disfracé de Hada de las Flores, usando mi vestido de quince años con mil metros de crinolina y brillos en el cuerpo. Como pude me subí al coche y antes de ir a la mentada fiesta, pasé a dejarles a mis amigos -desde ahora, los malandros- un mameluco, para que uno de ellos se disfrazara de Horny Baby. Aún no se habían decidido en ir-y no estaban lo suficientemente borrachos- por lo que me subí a mi coche (esta vez me empujaron para entrar) y me dirigí a la fiestecita.

Todo iba bien, cuando me habla al celular mi amigo, al que llamaré Huevo Luis Malandro1 Jason.

Jason: Oye, si voy, pero vamos algunos más.
Hadita: Bueno, tu caile, nomas no coman.
Jason: Si, no hay pedo.
Hadita: Ora, chinga tu madre.
Jason: La tuya pinche vieja.

(clic)

No tardaron en llegar el Malandro1 disfrazado de Jason y Malandro2 disfrazado de Horny Baby, seguidos de algo así como 10 individuos disfrazados de Malandro 3 al 12. Considero apropiado comentar que estos individuos son la seriedad personificada, de traje y correctitud a full. Pero ya que iban disfrazados de malandrines, entraron en papel y se pasaron a la casa sin siquiera preguntar por mi y se aplastaron en la sala después de saludarme.

Los ñoños corrieron a la cochera espantadísimos.

Intentando minimizar el detalle, estuve un rato platicando con los malandros esperando a que llegaran mas ñoños y no hubiera más que integrarse y juntos bajo el influjo mágico de los litros de alcohol.

Fue entonces cuando la dueña de la casa, disfrazada de Hada Azul, me dijo:
Hada Azul: ¿Qué onda con tus amigos de gandallas, eh?
Hada Dorada: Ah no te apures, no van a comer.

Efectivamente, ESA era su preocupación. El ambiente se puso extremadamente tenso, porque cada vez que pasaba un ñoño, los miraba con ojos de "muere Bill Gates, ¡viva el software libre!".

Mis compañeros me estuvieron jodiendo más y los malandros se dieron cuenta. Entonces comencé a decirles:

-Oigan que pena, no creí que se fueran a poner así...

Lo que ellos interpretaron

-Vayanse a la chingada pinches nacos malandrines

Y se fueron, sin dejarme siquiera terminar de hablar. Al día siguiente, Jason me dijo que se querían regresar a madriarnos, y junto con el Horny Baby tuvo que contenerlos, uy.

Hace poco la dueña de la casa me confesó que todos se estaban cagando del susto, uy.


Fiesta 2.
-¿Tu y cuantos mas?...Putito
Y que se arman los madrazos ante la gritería de todas las presentes.

Esta segunda fiesta no la organicé yo, ni los malandros que se colaron eran mis amigos. En esa ocasión me disfracé de Gloria Trevi e iba con mis amigos Avril Lavigne y Sergio Andrade (no se disfrazó... así es de rellenito, mujeriego y regio).

Todo iba bien, aunque los adornos y comida no eran ni la mitad de divertidos que la Fiesta 1. Los malandritos de rancho no habían hecho drama y mis amiguis y yo estábamos hablando del porque una integración de componentes horizontal es mas efectiva que la vertical, pero menos testeable.

De pronto, un malandrito de rancho hizo un comentario sobre una compañerita, que su novio consideró altamente ofensivo y se lanzó a madrazos. Y fue cuando lanzó esa gran frase que abrió este relato. Apenas y se pegaron, a decir verdad. Los separaron y los malandrines rancheros se quedaron afuera de la casa.

La anfitriona-loca se puso histérica -los malandros eran amigos de su hermano- y empezó a sacar a los rancheros que aún quedaban en casa. Afuera, los malandros querían entrar y la otra les gritoneaba.

-Jorge- bueno, su hermano- vete a la chingada de aquí con tus amigotes!!
-¡Cálmate pendeja! déjanos sacar nuestras cosas
-¡Les dejo sacar una mierda!!

Y así varios comentarios con ese nivel de fineza.

Como no se iban, le habló a la policía. Entre tanto desmadre, no se había dado cuenta que aun había 2 rancheritos en la casa, más específicamente en el baño, cogiendo.

Cuando nuestra anfitriona se dio cuenta, se volvió loca tocándoles la puerta. Como la casa es de dos pisos, mis amiguis ñoños y yo estábamos acurrucados en un rincón de la planta baja, escuchando el diálogo, que afortunadamente era a gritos y se desenvolvió mas o menos así:

Compañera Loca: Salgan del baño cabrones!!
Vieja ponedora: No salimos! VETE
Compañera Loca: Salgan les digo! **comenzando a pegar la puerta como puerco encajado**

**Salen los cogelones del baño y baja el wey abrochandose el pantalón. Sale de la casa sonriendo**

Compañera Loca: ¿Por qué estabas cogiendo en mi baño pinche puta?
Vieja ponedora: ¡Puta tu madre!
Compañera Loca: Te voy a partir tu madre! ya verás!

**Gritos, mas amenazas, golpes contra la pared, patadas, jaloneos y todas esas finezas que distinguen a un buen catfait.**

Por fin bajó la vieja ponedora, mientras la dueña de la casa les seguía gritando de cosas. Cuando se fueron los malandrines rancheros, el drama continuó, gracias nuestra amable anfitriona que se puso a llorar con berridos, pidiéndonos perdón de episodio antes transcurrido. Lo que más me daba risa, es que la vieja nos narraba una y otra vez como se habían peleado en la planta alta.

-¡Y rasguñe a la puta! - gritaba haciendo la mímica correspondiente con las manos.

Nos curamos el espanto con borrachitos de puebla y nos fuimos de idem a un antro en con la esperanza que mi amor imaginario se prendiera de mis medias rotas y greña alborotada.


El susto de la mañana siguiente

CUIDADO, NO APTO PARA CARDIACOS. Os lo advertí.

lunes, 20 de octubre de 2008

Felicidad a contra reloj

Por doceava vez, Linda borró todo lo que había escrito en el Word -puras pendejadas sin sentido, palabrería bonita que no dice nada-, pensó. Ese bloqueo mental por el que pasaba comenzaba afectarle en su trabajo, que consistía en escribir anécdotas para traveliando.com, un sitio de dos pesos que promocionaba sitios turísticos usando historias de ficción. Aunque Linda tenía un sueldo fijo, si las historias lograban que los lectores hicieran clic en algún google add, podría acceder a grandes viajes. Dos años después de ingresar, sólo había ganado un viaje a Ixtapan de la Sal. -Pinches lectores tercermundistas-, aseguraba.

Confiaba en su enorme talento para escribir y se consideraba una verdadera viajera, no una simple turista de foto de torre Eiffel y salsa valentina. ¡Ella conocía Europa, Asia y el norte de África! Se identificaba con la cultura y la gente. No tenía miedo de viajar sola, de dormir en estaciones de autobús o parques, de probar platillos extraños. Además, tenía una gran capacidad para transmitir estas experiencias y motivar a sus lectores experimentar el mundo y no necesariamente el de Disney.

Sin embargo, últimamente se sentía atrapada y sin rumbo. Ya estaba contra tiempo en la entrega de su texto “Enamorada en San Juan Puerto Rico”. -Enamorada, ¡ja!- se decía. Todos los hombres con más de tres neuronas la habían dejado. Demasiado egoístas para compartir con otro placer o dolor a cambio de intimidad. Sus amistades también la tenían harta. Metrosexuales carabonita que cambiaban su nombre mexicano por uno gringo, machitos con cigarro y pose de malote. Niños hijos de papi, putas sin remedio o feministas mariguanas.

Intentó releer algunos de sus antiguos escritos. Necesitaba volver a sentirse perdida y asustada. Enfrentarse a otros idiomas y costumbres. Caerse a lo más profundo y renacer con una cerveza, un beso o una canción. Arreglarse el pelo con flores, absurdos sombreros o peinarse con el mínimo sentido del gusto. No bañarse en días o meter los pies en una fuente. Ver estrellas que de otras latitudes no se ven.

Un mail interrumpió sus pensamientos. Su editor le proponía enviarla de misión secreta a un país africano: Kiundú. Lo buscó en la Wikipedia y no lo encontró. Él le aseguró que, aunque era una dictadura, había paz y seguridad para los extranjeros. Aunque la idea de ir a un país africano recién formado le asustaba –y no lo admitía- terminó aceptando. Algo tenía que hacer para romper con esa rutina que la asfixiaba. Además, sólo serían 10 días, ni uno más.

El viaje desde España a Uganda ocurrió sin grandes contratiempos. Cosa muy diferente pasó de Uganda a Kiundú. Tirada en el aeropuerto durante casi doce horas esperando su biplano empezó a notar el tercermundialismo africano. Sin oficinas de información, puercos y pollos encajados, gente orinando en la calle. Estuvo a punto de dar vuelta atrás y se preguntó si sobreviviría esta travesía. Además estaba ese insoportable olor a negro. Linda se preguntaba cómo iba a describir el humor africano siendo políticamente correcta. Apestaban un chingo. Así de fácil. ¿Almizcle y ajo?. No. Apestaban. Punto.

En Kiundú un precario y desordenado aeropuerto la recibió. La suciedad y podredumbre le mandaban señales de advertencia al cerebro. Ya era de noche cuando por fin le entregaron su maleta de medicinas y al asomarse a la calle poco iluminada, sólo había negros borrachos. -Perfecto, sólo falta que me violen- pensó. Todos la veían y le gritaban algo que no comprendía, pero los años que pasó caminando por el Distrito Federal, le indicaban que era algo así como Mamacitaaa, te ayudo a limpiarteee en kiusyaní, el idioma oficial de ese paisucho.

Ya en el taxi, rezó a un dios en el que no creía para que llegara sana y salva al hotel. Apenas hizo check in se encerró en su habitación. No quería salir nunca. Ni siquiera para comer. Trabó la puerta con una silla –gran medida de seguridad- y durmió con tal de no pensar. Despertó muerta de hambre. Probó un platillo parecido a la avena pero verde, acompañado de un jugo de algo que parecía guanábana, pero sabía a ajo con hierbas. Aún no terminaba de comer cuando ya estaba vomitando. Dos días después y habiéndose terminado los ensure que guardaba, tuvo que volver a salir de la habitación.

Con desconfianza, pidió un coctel de frutas en las que sólo distinguió la piña, pero estaba bueno. CocaCola -por supuesto- y pan. -El desayuno de los campeones- rió. Se sintió con la fuerza suficiente para asomarse a la calle y se dio cuenta que no era tan malo. Si un poco sucio, pero no más que la Portales. A su nariz ya no le parecía tan desagradable el olor de negro y hasta los pequeños niños desnutridos y llenos de mocos le parecieron bonitos -Muy national geographic-

Decidió explorar un poco más y se encontró un mercado lleno de colores, olores y sabores sorprendentes. La gente le sonreía y la invitaban a probar. -Nunca rechaces la invitación a comer de un extranjero- se recordaba como experta viajera. Caminó un poco más y en un jardín se encontró a varios negros vestidos con túnicas blancas practicando tai-chi. El contraste de su piel negra con las blanquísimas túnicas y el verde intenso era la foto perfecta. ¿Quién lo iba a pensar?. No había notado que sonreía cuando un negrote se le acercó y en un perfecto español le dijo “Acércate a practicar”.

Linda comenzó a imitar sus movimientos, poniendo atención en las facciones de su instructor. Por supuesto, su piel era obscurísima, pero sus facciones eran más bien delicadas. Por ejemplo, aunque su nariz era chata, no estaba apachurrada y dispersa por media cara. Sus párpados escondían unos ojos negrísimos con unas envidiables pestañas rizadas. El pelo negro le crecía en rastas. Se preguntó que sentirían sus dedos al pasarlos por ahí. Después bajó la mirada, buscando un indicio que confirmara aquello por lo que tan famosos son los negros. No encontró nada, pero se alegró de comenzar a pensar en sexo. Tal vez todo mejoraría.

Nyambura -el instructor- le confesó haber estudiado en Colombia y por eso la reconoció latinoamericana y le habló en español. Linda se sorprendió de que: Uno. Hubiera estudiado. Dos. Supiera donde estaba México. Tres. No apestara.

Mientras caminaban por las calles, Nyambura le explicaba la historia reciente de su país y sobre la revolución. Las muertes y porqué todos están contentos con el gobierno dictatorial. El dolor que sentía se reflejaba en sus ojos. Linda lo abrazó con empatía y no lo soltó durante unos minutos... comenzando a sentir eso por lo que son tan famosos los negros.

Se separaron con ternura, y el le prometió llevarla a una ceremonia de nacimiento por la noche. Linda se bañó y se acicaló a la usanza occidental. No sabía si a Nyambura le gustaría tanta falta de pelos y el exceso de mañas para tapar los olores propios del cuerpo. Pero de esa manera ella se sentía con mayor seguridad.

La noche era cálida, la luna llenísima. El se presentó con un traje de gala que consistía en un coordinado de gorro y minifalda de leopardo. Los músculos de su piernas y pecho le recordaban al David de Miguel Ángel, pero en vez de mármol, ónyx. Así de perfecto era él.

En la ceremonia, Linda era la única blanca y comenzó a sentirse especial, privilegiada. La tribu encendió una gran fogata y comenzaron a bailar con lujuria y sensualidad al rededor de la misma. Nyambura tocaba arrobado los bongós. Con los ojos cerrados, las manos firmes, el rostro emocionado. En ese momento Linda supo que tarde o temprano se lo iba a coger.

Y fue mas temprano que tarde cuando esa noche, Linda comprobó que era cierto lo que tanto dicen de los negros. Lo hicieron sobre una manta ceremonial, ahí en plena sabana con la luna iluminándolos y aullidos de algún animal de fondo. El olor almizclado de Nyambura, lejos de asquearla, la excitaba aún más. Se sentía como una leona siendo penetrada por una pantera.

Dos días después, Linda supo que estaba enamorada como adolescente. Kiundú era un país sorprendente, con imágenes que sólo había visto en fotografías, colores vivos, gente alegre a pesar de su pobreza. Y las noches eran sólo para los dos, cuando se convertían en dos animales de la sabana y cogían como si la sobrevivencia de la raza humana dependiera de ellos dos.

Una triste mañana, el hotel le informó que ya estaba contra tiempo y debía salir del país de inmediato. Corrió a migración buscando una extensión de su visa, pero le fue negada sin un bien fundado porqué. -Pinche país bananero, ¡si les estoy dejando mi dinero!- decía para sí misma entre lágrimas.

La despedida con Nyambura fue corta pero sincera, con promesas de su parte en regresar.

Ya en México, su melancolía le hizo escribir cuartillas y cuartillas de lo vivido en Kiundú. Había vuelto, había despertado de su letargo de escritor. Pero estaba hambrienta por más y sobre todo, hambrienta de su hombre de ébano, su gran amor. Envió sin revisar “Felicidad a contra reloj” a su editor y compró el primer vuelo a Uganda, vía España.

Sin embargo, no hubo medio de transporte alguno que la quisiera llevar a Kiundú. -No sin visa- le respondían tajantemente. Linda decidió no hacer caso y rentó un negro con un jeep destartalado para llevarla a su destino.

El viaje fue mucho peor que el anterior. Cayó enferma, los asaltaron, presenciaron muertes de refugiados de guerra... pero todo tenía sentido si al final llegaba al hogar que la hizo renacer. En la frontera, su paso le fue negado una vez más. Fue tal la algarabía que Linda armó para entrar que la llevaron ante la presencia del General de la Frontera.

Nyambura entró a esa sala disfrazado de militar ante la mirada de confusión de Linda.
- No debiste haber vuelto – La regañó con tono osco, seco.
- Necesitaba verte. ¿Que pasa aquí? ¿Porque estas vestido de militar? -
- Porque soy militar de alto rango. No debiste haber vuelto. Era un romance de vacaciones, grandísima estúpida- Linda comenzó a llorar -Kiundú es un país creado para turistas que quieren sentir una “experiencia” africana. Toda nuestra economía se basa en ello. Mira, sígueme.

Entraron por un pasadizo subterráneo en el que montones de negros trabajaban como hormigas. Se vestían con los trajes típicos que ella recodaba. Preparaban el fuego o se entrenaban para ataques militares actuados. Les pegaban mocos falsos a los niños y deschichaban a las negras.
- Las agencias nos envían el perfil del turista y, si son del tipo de aventura extrema, les preparamos algún ataque, la participación en un golpe de estado, o algo así- Aseguraba Nyambura- Tu, por ejemplo tenías una vida sexual lastimosa e intentabas callarla viajando para sentir que tu soledad te hacía fuerte, que te daba sentido. Aquí te dimos ambas cosas.
- Una especie de isla de la fantasía, con un límite de tiempo.
- Así es.

Linda no salía de su estupor. Había caído completamente. Era sólo una pinche turista. La habían impresionado montajes dignos de una película hollywoodense.

Volvió a México derrotada. No conocía el amor y tampoco era una temeraria viajera. Su editor, que conocía la estafa nunca le publicó algo más. Desde entonces, redacta los diálogos para los actores de “Noche de Leyenda” del colonial Querétaro y de vez en cuando ella misma toma el papel de Carlota de Habsburgo, cuando han matado a Maximiliano, su amor.

Dicen que llora bien, vaya usted a saber.

lunes, 13 de octubre de 2008

Entre sístole y diástole

1. CONTROL

Mónica
El reflejo de lo que fuimos aún me acosa por las noches. Aparece sin necesidad de asomarme al espejo, cuando estoy sola en mi cama y mis manos me tocan mientras fantaseo que son las tuyas. No hay problema, por la mañana sigues estando ahí donde te guardé, siendo ese aprendiz de amante con pretensiones de marido. El iluso aquel que pensaba que era lo suficientemente bueno para que dejara de ser yo y convertirme en esa especie de mujer que cambia su vida por un poquito de seguridad.

Sabía que te iba a ver. Por eso me puse ese vestido gris ajustado que revela mis nalgas y que odiabas que me pusiera si no era sólo para ti. Lo hice sólo para torturarte y para que recordaras lo que nunca más podrás tener. Me produce un placer enorme provocarte, saberme dueña de tus deseos y del control que tengo sobre ti.

Raúl
Sabes que tengo a alguien más. Alguien te lo tiene que haber dicho. Ella es buena y me quiere. Deja a un lado los orgullos y berrinches y me da tranquilidad. Tranquilidad que rompo algunas noches por semana, cuando me masturbo con las fotos que me mandaste alguna vez. La secuencia entre ellas es perfecta, aunque debo aceptar que más de alguna vez, en mi urgencia por tenerte en mi cabeza, brincaba hasta esa foto de la tina, donde estás boca abajo con el trasero y piernas revelados.

Nunca te busqué y se que eso te corroe. No pensaba arriesgar otra relación comercial por tu coñito, por mas embriagador que me sea su olor. Además que al no buscarte se que tengo el control.

2. RAZÓN

Mónica
¿Porque los hombres insisten en creer que sólo a través de ellos crecemos y vivimos? De lejos los veía ahí. Todos tan trajeados, tan correctos, tan llenos de razón por el hecho de tener una copa de cogñac en una mano y un cigarro en la otra. La pose perfecta para dominar al mundo y a nosotras, las mujeres.

No nos saludamos enseguida, incluso lo hicimos sólo de lejos a cejas y media sonrisa. De esos saludos fríos, sin rastro de habernos echado de menos. No sentí nada, ni siquiera deseo. Inmediatamente me di cuenta que no la trajiste. Me hubiera encantado conocer a esa criatura celestial, a esa virgen casi divina y angelical. Al parecer y por vez primera, la razón dominaba a mi deseo. Me alegré.

Raúl
Mientras hablaba con mis colegas, te vi pasar enfundada en ese vestido que llenas a la perfección. Me dio gusto ver que mi pene no respondía a ese estímulo, ni siquiera cuando de lejos me dirigiste una tímida sonrisa. ¿Será que has cambiado al estar lejos de mí? Lo mismo da cualquier respuesta.

Quizá en otro momento, esto me hubiera atormentado. Pero esta noche no. Esta noche tenía alguien que me esperaba, que quiere un futuro conmigo y que esta dispuesta a ceder para ser feliz. La razón había triunfado.

3. SINRAZÓN

Mónica

Maldito vino tinto. Comencé a sentirme relajada, dueña de lugar, segura y confiada de mi cuerpo, de mis movimientos. Bailaba de forma sugestiva con otros porque quería, porque soy mi dueña y no me debo a nadie. De pronto, mis ojos se detuvieron en los tuyos y la penumbra del salón se iluminó con tu mirada atascada de deseo. Al yo saberlo me excité aun más. Me mojaba estando tan cerca de otro y sintiendo tu mirada en mí.

Supongo que lo notaste, porque no guardaste el menor decoro al bailar así conmigo con semejante erección. No te importó que estuvieran todos tus clientes. Supongo que ya éramos chisme pasado o estaban todos alcoholizados, o ambos. Después del ¿Bailamos?, sólo dijiste ¿Nos vamos?

Raúl
Mi mirada se turbó ante el encuentro con la tuya. Mis sentimientos se confundieron y entré en un estado de abstracción, en el que el ruido, la gente, las luces apenas encendidas estaban en segundo plano. Me dirigí hacia ti y comenzamos a bailar sin siquiera saludarnos, hablar del clima, de la cena o de cualquier otra pendejada más. Nuestros cuerpos se movían como uno sólo. No necesitaron nuestro cerebro para saber lo que es estar juntos, cómo moverse y qué centímetros de piel tocar y dejar de tocar para prolongar el placer.

Cuando te propuse salir de ahí, caminaste sin contestar, como si el irnos al motel de siempre hubiera sido tu idea. Caminabas dos pasos adelante de mí. Decidida, sin voltear atrás. Por eso no viste cuando te alcancé y te agarré por detrás contra el coche, subiéndote el vestido y sintiendo tus nalgas contra mi miembro duro, mis manos en tus pechos y mi boca en tu cuello.

4. DESCONTROL

Mónica.

El rancho en el que estábamos estaba muy lejos de nuestro motel favorito. Nuestras manos hurgando por debajo de la ropa tampoco ayudaba mucho, por lo que no pude estar más de acuerdo cuando te saliste de la carretera y me dijiste ¿Aquí?

Abriste el quema cocos de tu coche y por un momento, las estrellas que se colaron me hipnotizaron. Me levanté y salí a verlas. Decidiste recorrer mis piernas, quitarme la ropa interior y recorrer con tu boca ese pasaje hasta mi sexo. Cuando bajé a la seguridad de tu coche, ya no tenía ropa y tu sólo tenías la necesaria.

Nunca he comprendido esa dualidad entre sentirme tan libre y tan amarrada al mismo tiempo cuando estoy contigo. Completamente desnuda ahí, a la orilla de la carretera me sentía como niña corriendo, como ave volando. Pero al sentir tu miembro hinchado dentro de mí me sentía más tuya que mía y mucho más de lo que alguna vez lo fui con alguien mas. Como si lo que deseaba cuando era joven aun tuvieran cabida en mi realidad.

Raúl
Cuando te levantaste, tu aroma inundó mi cerebro y procedí a saborearlo. No te veniste, pero comenzabas a gotear cuando bajaste desnuda, con tu sonrisa torcida y la mirada encendida. Te sentaste sobre mí, no sin antes acomodarte para recibirme como tantas madrugadas en las que quedabas rendida en cuerpo y alma.

Me movía dentro de tí con fuerza, a pesar de la dificultad del volante. Mis manos y boca recorrían tu boca, cuello y pechos, buscando que todos los centímetros de piel que pudieran tocarse lo hicieran. Sabes donde encontrar el placer y lo buscas. No tienes vergüenza en sentirlo y mucho menos en dejar que tu garganta lo exprese.

Me tomé unos instantes para mirarte abandonarte al placer, para reconocer tu existencia en la mía y a la vez, tan fuera de mí. En la que el largo de tu cuello y tus pezones erectos son más reales e imponentes que los sentimientos que te llevaron a estar en este momento refugiando tus ansias en mí.

EPÍLOGO

Mónica
No nos dijimos una sola palabra cuando volvíamos a la fiesta. Me arreglaba el cabello y el maquillaje buscando ocultar los residuos de lo que acababa de pasar. Me alegré al saber que aun tengo esa influencia. Que para hacer rendirte ante mi cuerpo, soy mejor que tu, cuando buscas que mi alma se rinda ante ti.

Raúl
No es necesario decirme algo para saber que cada vez que lo hacemos muevo tu universo. Se que el maquillaje que arreglaste fue causado por alguna lágrima derramada. Una quizá de melancolía otra de ver tus barreras caer. Como sea, sabes que soy el único que puede hacerte pensar que puedes ser diferente y aceptar lo que te ofrezco, porque aunque lo niegues, soy mejor que tu.

lunes, 6 de octubre de 2008

Buscando principios

Hay principios que son muy claros. Ya sea por lo que representan o por el cambio que involucran: un nuevo trabajo, el comenzar a conocer a alguien, un viaje, un matrimonio o divorcio. En este tipo de principios uno puede incluso prepararse mentalmente y anticiparse a lo que podría pasar.

Pero, ¿Que hay con los principios repentinos? Al presentarse de una forma mucho mas sutil, podemos no identificarlos en el momento que ocurren. Únicamente al ver hacia atrás podemos identificar cuándo todo comenzó. Los vemos hasta que admitimos que hay algo diferente y buscamos encontrarle una raíz.

Estos principios son los auténticos, los disparadores los principios visibles. Y es que un principio es realmente un cambio, una continuación en nuestra vida. Un libro, una canción, el admitir que hay otra forma diferente a la mía de actuar o pensar.

Por eso es que no creo en el destino, ni en la forma romántica / fatalista de ver los principios. Declaraciones del tipo “y yo que iba a saber que ese beso cambiaría mi vida”. Pff.

Lo que se necesita es saber observar, escuchar. Bajar la guardia de la perfección y el orgullo. Y reaccionar. Intentar, al menos, ser objetivo en cuanto lo que pasa y la manera en la que en consecuencia actuamos.

Creo que si no hacemos lo anterior, lo único que nos quedará es seguir recordando melancólicamente esos principios, cuando el tiempo pasado era mejor. Regresar a ese seno materno, tener la ilusión que es posible seguirte relacionando a tu entorno como cuando todo comenzaba. Es como nadar de noche en una alberca. Las estrellas, el clima, el sonido del chapoteo. Todo es el ideal.

Lo admito, la tentación es grandísima. Pero también es irreal, engañosa. En esta vida hay que seguir buscando principios, ver más allá de lo establecido, de lo de siempre. Admitir que todo cambia y que amarrarte a lo que ya no existe es perderse lo que puede ser.