Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

sábado, 10 de julio de 2010

La Rivera Oaxaqueña: en pelotas y sin miedo a los carbohidratos

La revista México Desconocido, dedicada a Oaxaca, tenía como dos años en mi librero. Desde entonces, cada vez que escuchaba ofertas de vuelos o sabía de puentes vacacionales, me sumergía en el internet a soñar con Oaxaca. No tengo excusa; lo que me alejó del estado fue el no decir: Ya, orita mismo me voy. Así que Oaxaca no podía faltar en el mochilazo por el sur.

Pero primero lo primero: encuerarse.

Llegamos a Puerto Escondido muy temprano y fiel a mi costumbre comencé a odiar la mochila naranja. Como un gran espartano, el Señor del Billar soportó mis chillidos sobre el peso de la maleta, el hambre de mis tripas y el calor. Pero como tampoco es un santo, accedió a quedarnos en el primer hotel que encontramos. Por 200 pesitos tuvimos televisión (para ver la inauguración del mundial), toallas limpias y vista al mar.

Me puse el bikini y saqué la revista del estado para encontrar que Zipolite (la playa nudista) está cerca de Huatulco, no de Puerto Escondido. Le comuniqué a mi acompañante el pequeño error de 150 kilómetros que cometí y me miró con cara de mañana-es-el-partido-si-quieres-te-encueras-en-el-cuarto. Ya veremos, dijo. Ya veremos, contesté. Y como las penas con pan son menos, nos fuimos a tragar al Cafecito, en la playa de Zicatela.

Ahí nos dimos cuenta de que estábamos en el lugar correcto: puro guapo extranjero. En Zicatela hay europeos, gringos, australianos y sudamericanos para elegir; todos andan hipiosos y sin camiseta (algo importante) por lo que el desfile de músculos y tatuajes está a la orden de la pupila. La razón de que haya tanto extranjero buenote, es que son surfers y esa playa, de junio a septiembre, es ideal para tan bello deporte.

Después de tomar algunas fotos a esos valientes y acuáticos jinetes, tomamos un taxi para ir a la Playa Carrizalillo. Las playas en Puerto Escondido están enmarcadas en montañas, por lo que su acceso no es tan sencillo; por eso elegimos a Carrizalillo. Hay que bajar 900 mil escalones para pisar la arena, lo que garantiza la ausencia de niños.

Vista desde el escalón 542,157 de bajada a la playa

Aunque el mar en esa pequeña bahía es más tranquilo que en Zicatela, es indispensable saber nadar. El mar se vuelve profundo unos pocos metros hacia adentro y tiene corrientes traicioneras que te jalan de las patas, provocando indiscretos panzazos contra la arena. Entonces, sus olas te envuelven y arrastran por la arena hasta que la parte inferior del traje de baño queda repleta de esas diminutas piedras color café.

Como toda revolcada, la de Playa Carrizalillo vale 100% la pena. El agua es templada tirándole a caliente y algo que no me esperaba: transparente, muy transparente. Si no fuera por la arena revuelta de las olas, se vería mucho más claro. Confieso que tampoco me esperaba los siete tonos de azul verdoso que alcanza el mar visto a lo lejos. Colores que sólo identificamos con el Caribe están presentes en Puerto Escondido.

Por la noche dimos un romántico paseo por el Adoquinado acompañados de millones de insectos voladores. Nieves, tostadas, tamales, tacos, tlayudas y cervezas fueron los inauguradores del ahora legendario tragazón oaxaqueño 2010.

El adoquinado tiene un cacho de asfalto

Al día siguiente y después de ver a la selección perder 1-1 contra Sudáfrica, emprendimos el viaje rumbo a Zipolite. Las instrucciones de la atolondrada vendedora de boletos eran: ir a Pochutla y de ahí tomar un colectivo a la playa de encueratrices. El camión era de segunda y en cada pueblo el conductor tenía la amabilidad de anunciar la parada. Una hora después y ante el grito de Mazunte-Zipolite, descendimos 4 despistados del camión.

-¿Aquí es Pochutla?
-No, no es Pochutla.
-¿Tonces pa’ onde es?
-Pos quién sabe, hay que preguntar.
Preguntamos, nos dijeron que faltaba para Pochutla, pero Zipolite era derecho y en colectivo.
-¿Y ustedes a donde van?
-A Zipolite, ¿y ustedes?
-A Mazunte, es por ahí cerquitas.
-Pues vámonos todos en un taxi.
-vamos pues.

Detuvimos un taxi y cerramos el trato en 80 pesos por los cuatro. Nuestros compañeros de taxi se quedaron en la playa tortuguera y nosotros nos bajamos hasta la encueradera.

Zipolite es una playa larga, de olas medianas a grandes y con muy pocas personas… todas ellas vestidas con pantalones y bufanda. ¡Nos estafaron! Fue el pensamiento común de estos viajeros exhibicionistas. Llegamos a una cabañita, donde unos hippies marigüanos nos ofrecieron que comer y beber. Yo, que ya había comenzado con mi chilladera contra el calor y las mochilas naranjas que se cuelgan en los hombros, acepté una salvadora caguama Victoria en lo que el Señor del Billar iba de exploración en búsqueda de un lugar donde tirarnos al sol y dejar que se quemen las partecitas nunca antes tocadas por los rayos UV.

Casi me había terminado la caguama cuando el explorador espartano regresó con la noticia que después del monte estaba la Playa del Amor. Nuestras maletas se quedaron con los hippies y ascendimos el monte para encontrarnos esto:

The love beach

La playa estaba vacía y tenía una palapa donde dejé cámara, dinero y los consejos de mamá de no andar enseñando mis partecitas en público. En pelotas, nos metimos al mar. Hay algunas piedras grandes y el oleaje a veces se intensifica por lo que no hay que distraerse, a menos que quiera uno ser encontrado muerto y encuerado en Japón. Lo bueno de esta situación es que los japoneses están acostumbrados al desnudo.

Como muchos lectores de este h. blog saben -y los que no, se enteran en este momento-, yo viví en España y allá el topless es permitido. Durante mi estancia en el ibérico país, adquirí look, acento y algunas malas mañas gachupinas, pero nuncamente me quité el brassiere en público. Qué mexicanada, lo sé. Sin embargo, en la Playa del Amor no lo dudé un segundo, ni me tapé ante la visita de otros encueratrices.

Son curiosos los sentimientos que salen cuando te quitas la ropa. De la diversión (jijiji andamos en bolingas), pasé a la libertad (¡¡guaju!!) y por último a la dicha (suspiro). Esa tarde sentí que no necesitaba nada más. Ninguna toalla tratada con litros de suavitel se comparó con la brisa del mar secando mi cuerpo. Los rayos que calentaron mi piel fueron caricias de un amante tierno. El sonido de las olas contra las rocas y del viento contra la palapa fue la música que el momento necesitaba.

Por eso digo que es dicha lo que se siente al dejar junto con la ropa, el twitter, los libros, los qué dirán, el estoy lonjuda y el ya no me alcanza para ir a Puebla ni para pagarle a Slim.

Conforme avanzó la tarde fue llegando más gente. Una pareja de veinteañeros se escondió tras unas piedras para asolearse en pelotas. Otra de cincuentañeros se refugió en una miniplaya al fondo. Un solitario se la pasó en el mar y cuatro vestidos se dedicaron a decirse cositas románticas al oído a la sombra de la montaña. Bola de fresas. Sólo mi viejo y yo tuvimos la decencia de dejarnos ver como nuestras mamás nos trajeron al mundo, pero con más pelitos y bolitas.

Comenzó a caer el sol cuando nuestras tripas demandaron alimento. Con pesar, volvimos a usar esas odiosas ropas que la sociedad exige y nos dirigimos a Pochutla, para tomar un autobús al paraíso gastronómico y magisterial que es Oaxaca capital.

6 comentarios:

Ioshio Hd dijo...

Orale... en un momento sentí que estaba en "Méxicodesconocido.com". Pero sin duda que tus historias me agradan mas...

Saludos `playeros

La Rosy dijo...

Ta buena la revistita, pero es mejor andar de preguntón.

Además que en la revista no sale el autor en pelotas :)

Saludos citadinoscoloniales :D

Nebulosa dijo...

pero aquí tampoco sale la autora en pelotas!! al menos te hubieras tomado una foto tipo "laguna azul" :P

La Rosy dijo...

es que no le buscaste bien!
No es mi culpa...

zonico dijo...

Jajaja esta chida la foto, lástima por la autocensura.
Yo varias veces me encueraba en Maruata, pero lo dejé de hacer una vez que dejé mi short encima de unas piedras y cuando salí del mar ya no estaba. Tuve que regresar a mi palapa nadando y con la pena, caminar un tramo encuerado

Anónimo dijo...

Eso de las playas nudistas es toda una experiencia, pero si descubres que es lo tuyo es difícil regresar a lo tradicional.

La ropa y yo tenemos una relación menos afectuosa tras mi primera visita a este tipo de lugares :)

Saludos