Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Escenario 2: Bajo la lluvia.

Esta vez, me dieron la siguiente frase para desarrollar dos relatos: Bajo la lluvia, un hombre con paraguas se acercó caminando tranquilamente Esto es lo que salió

El llanto del cielo rompió el silencio queretano
Bajo la lluvia, un hombre con paraguas se acercó caminando tranquilamente. Me sorprendí al verle, puesto que era el único que contaba con protección ambulante ante esta repentina tormenta.

Media hora antes, el sol abarcaba todo. No había una nube que interrumpiera ese inmenso azul. La procesión apenas comenzaba cuando un fuerte viento anunciaba el caos en forma de nubes grises. Gotas gordas comenzaron a golpear con fuerza a los callados fieles congregados aquel viernes santo.

Cuando comenzó a llover, las cofradías sólo apuraron el paso, sin embargo, minutos después tuvieron que correr. Los menos devotos se olvidaron de la cruz que cargaban, se remangaron las enaguas y corrieron a protegerse a los pocos techos que se encontraban cerca. Las cruces quedaron abandonadas a media calle, como un improvisado cementerio. Otros, más estoicos, aguantaron sin inmutarse los embistes de la naturaleza o de Dios, como los entrevistados dijeron mas tarde en los noticieros.

Pero la gran alharaca la armaron los niños, quienes vestidos de angelitos, comenzaron a buscar a sus madres. Mientras lloraban, corrían en todos sentidos y algunos se golpeaban contra las cruces de madera o las cadenas que los participantes cargaban. Otros al borde de la histeria eran los líderes de cada cofradía puesto que las santas imágenes que momentos antes llevaban en sus hombros, corrían el riesgo de echarse a perder.

Empapada, me quedé en medio de la calle observando el caos y pensando cómo titularía mi artículo para el periódico del día siguiente:

“Procesión del silencio callada por Dios”
“No hubo silencio en este viernes Santo”
“El llanto del cielo rompió el silencio queretano”

En esos absortos pensamientos me encontraba cuando el hombre del paraguas se acercó y dijo seriamente:

-El problema es que no escuchan, apenas ayer dijeron que iba a llover con fuerza.

-¿En serio? ¿Lo dijeron en las noticias? Le pregunté incrédula, mientras protegía mis ojos del agua. Así lo observé mejor: vestido completamente de negro, su pálido rostro no reflejaba sentimiento alguno. En el dedo medio de la mano que sostenía al paraguas, llevaba un anillo muy grande y puntiagudo que me llamó la atención. Tenía grabado en relieve un dragón con unas letras que no alcancé a distinguir, ya que el hombre se dio cuenta que lo observaba y rápidamente cambió el paraguas de mano.

-No, lo dijeron en la liturgia- me contestó de manera seca y se fue.



Y usted, ¿De qué se quiere morir?

Bajo la lluvia, un hombre con paraguas se acercó caminando tranquilamente. El paraguas estaba cerrado y lo sostenía con elegancia a modo de bastón. Sólo le faltaba el bombín, el frac y el monóculo, para parecer uno de esos hombres de sociedad de principios del siglo pasado. Uno muy mojado, eso sí. Pero el porte sí que lo tenía. Bajando un poco su cabeza y con un ademán a modo de pequeña reverencia, me ofreció su paraguas.

Esa noche regresaba del trabajo y esperaba el camión cuando comenzó a llover, por lo que me refugié en el toldo verde de una tienda de cigarros. Sin embargo, la lluvia comenzó a arreciar y yo temía por la seguridad de mi nueva y costosa cámara. Supongo que la preocupación se notaba en mi rostro y que por esa razón el hombre se acercó y me entregó su paraguas.

-Toma, no te preocupes que pronto dejará de llover- me dijo sin esperar una respuesta. Entró a la tienda y cinco minutos después salió con un cigarro encendido.

Tal como lo predijo, la lluvia torrencial había disminuido y el hombre mirando al cielo exclamó -Te dije que pronto dejaría de llover- Yo me limité a sonreír.

Se recargó en la desprotegida pared y siguió fumando a largas bocanadas. En sus sesentas, lo blanco en su barba comenzaba a dominar. Pronunciadas arrugas se formaban en sus ojos, ya que los entrecerraba para protegerlos del chipichipi que aún caía. Su piel era obscura -más bien quemada-, su nariz aguileña y en la frente tenía una cicatriz. No, no podía decirse que era un hombre guapo, pero la pose, el gesto, el desenfado mezclado con elegancia bajo la lluvia llamaron mi atención.

-¿Por qué no se refugia bajo el toldo?- Le dije, haciéndole un espacio.

-¿Para qué? Si de algo nos tenemos que morir. Personalmente, apuesto por enfisema pulmonar - Me dijo sonriendo con malicia y levantando el cigarro. –Y usted señorita, ¿de qué se quiere morir?-

La pregunta me sorprendió. ¿Qué clase de persona hace esas preguntas? Sin embargo, decidí seguirle el juego e inventar distintas y excéntricas “muertes”.

-¡Devorada por los leones! O en un parto de trillizos. No… ¡mejor un asesinato! que mi amante en un ataque de celos me tire desde un décimo piso. O que sea víctima de un fuego cruzado del narcotráfico y que en la investigación policiaca me confundan con una de ellos y nunca se sepa que morí. Mejor me aviento a un volcán en erupción… la lava roja me hipnotiza. ¿Son impresionantes los volcanes, no cree?

El hombre seguía fumando y mirándome a los ojos exclamó -Piénselo bien señorita, que se le puede cumplir-

-En un accidente- respondí con seguridad- rápido y en seco. Sin demasiada sangre, pero que en un instante, saz! deje de existir.

La luz artificial de un faro lo iluminaba a la perfección. La lluvia seguía, pero en pequeñas gotas que permitían que el humo que salía de su boca ascendiera formando extrañas figuras. Su pelo y barba estaban mojados y pequeñas gotas se resbalaban por su rostro. Sin embargo, eso parecía no importarle y disfrutaba cada bocanada del cigarro.

La escena era perfecta, por lo que saqué mi cámara y con un tímido “¿Puedo?” lo comencé a fotografiar. La Iluminación difusa daba un balance que nunca antes había fotografiado. Con o sin flash, la escena resplandecía. Le hice close-up, cuerpos completos. Cada foto era mejor que la anterior, lo que me tenía muy concentrada. Ya veía mis fotos en una exposición en Nueva York, en revistas de prestigio, ganando el Pulitzer…

Entonces vi esa fuerte luz y escuché un fuerte grito acompañado de un rechinar de llantas. Y así fue como llegué aquí. Y tú… ¿Cómo te convertiste en recoge-muertos?

1 comentarios:

Sivoli dijo...

Muy buenos los dos. Neta.

Se nota que ya te han insinuado en tus clases (como a mí) que para empezar los temas valen gorro, y lo importante es contarlos bien.

Hay unos detalles en el manejo del trato de las personas (De tú, de Usted, etc.)en Y usted, ¿De qué se quiere morir?

Lo chido es que me imaginé escenarios, ambientes... Chido el ritmo de ambos!