De niña bien a ebria del mal

El sábado me puse una buena borrachera con margaritas. Las de tamarindo de José Cuervo con chilito son sumamente recomendables. La cruda fue horrible, pero la peda lo valió.

Unos días antes, mi amiga R me decía que ya quería tener un novio bien. Le dije que bien o no, lo importante de los weyes es que sean interesantes –y que cojan bien-. Aunque me entristeció un poco que se quisiera alinear.

Y es que, al contrario a lo que mucha gente pueda pensar, no dejo de hablarle o rechazo a mis amigos cuando comienzan a casar, tener hijos, camioneta, casa y planean todo lo necesario para no tener deudas a los 45. La irremediable realidad es que, al final, ellos se cortan solos, snif.

Por ejemplo están mis amigos del sábado: algunos ya están casados y, aunque la Jeri que hay en mi quisiera agarrarlos a cachetadas cuando se dejan mangonear por su pior es nada, pero es su vida y su mangoneo.

Yo mejor me tomo unas margaritas.

Este post pinche lo escribo porque el sábado voy a verme con un chingo de gente que me conoció de niña bien. Ignoro como va a ir y si lo voy a disfrutar ya que todos son gente “madura” y... bien.

Pero muero de la curiosidá.