Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

domingo, 27 de junio de 2010

La blanca Mérida arde

1. Bienvenida al infierno

El techo es alto y un tragaluz ilumina la habitación. Un ventilador de madera cuelga en el centro y sus aspas sólo sirven para cortar la luz. Estoy acostada en calzones en la cama de arriba de la litera con la esperanza que me llegue un poco de aire. Los 42°C que hay en la calle de Mérida me han inflamado las córneas y debilitado mis piernas.

Tenemos que salir a comer. Nuestro anfitrión nos ha asegurado que “El Tucho” está a 6 cuadras, pero a las 2:30 de la tarde me parece una misión imposible. Después de un baño, vestido de algodón, sandalias, sombrero y mucho bloqueador, emprendemos la caminata al ansiado oasis.

Por algún pleito existencial con el centro del país, en Yucatán las calles son nombradas con números en vez de héroes. Está bien, no puedo asegurar que tienen algo en contra de Hidalgo o Morelos, simplemente que con números la orientación es más sencilla… excepto para los anuméricos y desubicados como yo. Y es que en vez de ir aumentando -o disminuyendo- numéricamente conforme avanzas, resulta que los pares -o los nones- aumentan hacia el este -o el oeste-. Es decir, al combinar pares y nones con ejes cardinales y sentido de las calles, obtenemos direcciones logarítmicas más o menos así:

c61 #156 x 50 y 52

¿Entendieron? Yo sé que no. La verdad no era mi intención explicar, sino quejarme amargamente de su pinche nombramiento de calles y viví perdida bajo el sol.

Sin calculadora, salimos a la calle. El piso y las paredes irradiaban calor. Conforme nos acercábamos a la Plaza Grande, más gente salía a nuestro paso. Después nos enteramos que todos, absolutamente todos los camiones (ellos les dicen colectivos) llegan a algún lugar del centro. Entré a un oxxo y compré mi agüita. Doblamos por la 60 con la botella vacía y entramos a una librería que tenía aire acondicionado para tomar fuerzas. Habiendo vencido temporalmente el calor, volvimos a la calle y encontramos al mentado Tucho, un restaurant bar familiar y botanero con chou.
La primera cerveza fue para rehidratarme. La segunda para quitar el calor. La tercera para reponer la que acababa de mear y la cuarta para que se resbalaran los papatzules. Los meseros nos veían divertidos; supongo que pocos se zampan en menos de una hora cuatro cervezas, una minimargarita y como seis platos de botanas yucatecas (ahora sólo diré que estaban deliciosas).
Volvimos al hostal a pie, sólo para comprobar que para combatir el calor con cerveza hay que seguir chupando. Volvimos a asomarnos a la calle hasta que el odioso sol se fue. El calor continuaba, pero podía caminar 2 cuadras sin renegar.

2. A mí me gusta el diablo

Si por la tarde no quería ni asomarme a la calle, en la noche me di cuenta que Mérida se hizo para caminar. El ayuntamiento lo sabe y ha organizado eventos nocturnos para presumir la música, el romance y los bailes yucatecos. Todos los días hay eventos, pero mi preferido fue la serenata de los jueves en el Parque de Santa Lucía, donde un poeta que habló de su tierra y su gente me conmovió hasta las lágrimas. El Señor del Billar, que tiene atole en las venas, quería irse, pero yo me negué a mover mis nalgas de ahí y así disfruté de tríos, boleros y bailes de mestizos.

Una parte de de la calle principal -la 60- es cerrada por las noches y los restaurantes se extienden formando animadas terrazas. Música, tragos, cena… caminar por el centro de Mérida de noche es una gozada.

Mérida ya no es la ciudad blanca, pero eso no quiere decir que el colorido de su centro la haga fea. Al contrario. Fundada sobre la maya T’ho, su estilo arquitectónico es claramente colonial. Desde el primer cuadro y hasta las calles que llegan al Paseo Montejo (sus Champs Elysees) tienen una arquitectura preciosa y bien cuidada. Del otro lado, el centro está lleno de comercios y parece Tacubaya.

Sin duda, el Paseo Montejo es de presumirse. Las grandes casas de los ricachones henequeneros del siglo pasado imitan las francesas, aunque con un toque mexicano. En algunas es el color, en otras las caras indígenas en la fachada. Imperdible en esta avenida es el museo de Antropología, alojado en un palacio lleno de historia maya.


A todos lados que íbamos había basura; algunas coladeras apestan y no hay botes de basura. Mientras la arquitectura es hermosa, el piso de la calle es horrible. El asfalto es gris y tiene mugre pegada. Ya sé, este comentario es demasiado queretano; ya que la limpieza de nuestra ciudad es de las cosas que presumimos. Así que no puedo evitar hacer cara de fuchi ante la cochinada que hace ver fea una ciudad tan bonita y romántica como es Mérida.

3. Directo al inframundo.

Yo TENÍA que ir a un cenote, eso no estaba a discusión. El lugar elegido fue Cuzamá, donde hay tres cenotes en los cuales puedes entrar a nadar: Chelentún, Chansinic’ché y Bolonchoojol. Para llegar desde Mérida hay que tomar un colectivo a Cuzamá, un bicitaxi a la entrada y un truck a los cenotes. El truck consiste en un carro de madera jalado por un caballo y sobre rieles de tren. Nuestro conductor del truck se llamaba Wilian y la yegua Pancha. Desde el principio, Panchita era rejega. Ni diciéndole “mividita” quería avanzar. Pero Wilian logró llevarnos a los 3 cenotes.

Debido a que la península de Yucatán es hueca, grandes cantidades de agua subterránea se encuentran en cenotes y ríos subterráneos, que según los mayas, eran la entrada al inframundo. Se han encontrado calacas que indican sacrificios humanos; en honor a la verdad, a mi me gustaría morir en un lugar así de chingón.

El agua es templada y transparente. Todos son hondos y su acceso puede ser difícil. Al estar en una caverna, la acústica del cenote es excelente. Hay peces, aves y murciélagos, así como estalactitas y raíces de árboles que cuelgan del techo. El diferente tono de azul que tiene cada uno de los cenotes es sorprendente. ¿Qué minerales o chingaderas intervienen para lograrlo? No lo sé. Igual de impactante es nadar con visor y lograr ver clarísimo, 20 o 25 metros hacia abajo.

3. ¿Dónde están los dioses?

Ir a ver piedras es una visita obligada de turista. Hay gente que lo único que visita en Yucatán es Chichén Itzá. Igual que la pinche foto de la torre Eiffel en facebook, la de la pirámide de Kukulcán es un must do. Disfrutar un sitio arqueológico no es sencillo. Además de leer sobre el tema, yo recomiendo hacerlo con un guía (que no te ponga a aplaudir, ni hable de mafufadas del 2012) e ir antes al museo de Antropología en Mérida. Entender los periodos de la cultura maya, quienes fueron los Itzáes y la influencia tolteca es importante no sólo para apreciar el sitio y sus diferencias con los otros centros Mayas, sino para tener una visión objetiva sobre esta cultura.

Los mayas y la sabiduría que llegaron a adquirir son motivo de los más grandes orgullos de México. Estoy de acuerdo, no niego la majestuosidad de su arquitectura, la precisión de su calendario y de sus matemáticas. Además de eso, me sorprende el comercio que se dio entre las diferentes culturas de Mesoamérica y cómo el populacho maya aguantó -y durante tanto tiempo- a una élite aristocrática.

La magia de Chichen Itzá no está en sus pirámides y edificios; está en la gente y las motivaciones que llevaron a construirlo. Ahora esa magia es arruinada por vendedores ambulantes acosadores. Llamados “veinteros” (porque venden todo a 20 varos) andan tras uno y si cometes la equivocación de siquiera preguntar, un montón de acosadores se acercan. Yo sé que hay pobreza en México y que así se ganan la vida. Pero lo mismo compras en un tianguis en las afuera del sitio arqueológico.

4. Después de todo, 42 no es mucho

Sí, hace calor. Sí, la gente está loca por vivir ahí. Pero la verdad visitar Mérida 4 o 5 días vale completamente la pena. La gente es amable y alegre. Disfrutan su ciudad y están orgullosos de su herencia, su cultura y su comida. Su acento es pegajoso y quizá por recordarme a Cucho el de Don Gato, me parece encantador.


Me faltó mucho de Yucatán: pueblos, playas, reservas naturales. Que chingadera es nomás ir a una ciudad.

5 comentarios:

Lu García dijo...

Cuando estuve en Mérida, ese entrar y salir, me hizo saber lo que siente la leche pasteurizada.

Pero igual me encantó, las calles sin cables, los patios amplios, un montón de cosas...

Tranquilita dijo...

Jejejeje... Lo de blanca ya es un concepto olvidado. Otrora tuvo su porqué el nombre, pero ya no :P

¡Pero que tal y medio mundo viene a vivir aquí! Tres grandes contras le encuentro a venir a vivir a Mérida: 1)el calor, 2)mosquitos y 3)huracanes.

Nomás que si media República se muda, entonces los yucas nos largaremos al centro y norte huyendo de la violencia, narco y sobrepoblación jejeje

Por lo demás, sí es un lindo lugar par vivir :P

La Rosy dijo...

Lu: si en Qro se siente la provincia tranquila, en Mérida mucho más.

Tranquilina: Pues los del norte de ustedes hemos vivido engañados con lo de Blanca :'( Igual esta chingona.

Saludos!

Jorgito dijo...

Ay chuch, ¿chen cuarenta y dos grados? No aguantas nada ninia...

Te hubieras orientado por los nombres de las calles del centro. Aun así, es más fácil nuestro método que el del centro del país.

¿cómo le hacen pa' saber cual calle va después de la otra? Alguna vez me dijeron, que están ordenadas por su fecha de nacimiento...

Anónimo dijo...

Welcome back, Rox

Saludines, nueva paisana


D.