Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

viernes, 15 de enero de 2010

Candencia, voz e historia

Ok, era cadencia. Tenía que hacer un escrito cadencioso, aunque no fuera un cuentito. Los ejercicios en mi taller tienen diferentes objetivos, algunos son más divertidos o fáciles que otros, pero todos son herramientas que alguna vez podré (si quiero) utilizar.

El textito cadencioso salió muy cursi. Mis compañeros me incitaban a matar al perrito al final, pero yo quiero mucho a los perros y me negué a ello. Chequen nomás:
El perro que quería ir al mar
Había una vez un pequeño perro que gustaba de nadar. Y brincaba y brincaba rasguñando las piernas desnudas, cuando veía a sus amitos su traje de baño usar.
Y al coche subía con ladridos impetuosos. Guaf! Guaf! Apuraba a su manada. Guaf! Guaf! Con las orelas volteadas por el aire. Guaf! Guaf! A los árboles, a los coches, al peatón.
Rasguñaba ansioso el vidrio del coche, cuando olía acercarse el salado mar. Y las olas se escuchaban splash!. splash! Contra la arena, splash! Contra otra ola más.
Sus cortas patas se arremolinaban contra el piso, urgidas por llegar al esquivo mar. Y corría el perrito negro entre los banistas, como una pelota, una mancha voraz.
¿Por qué no llegan? ¿Porqué tarda tanto? Ladraba desde la orilla del mar. ¿Qué no ven que es tarde? ¿Qué no ven que las olas están ya?
Por fin! Los niños llegaron entre gritos Toby! Toby! Al mar! Al mar! Y entre chapoteos y pelotas, todos se metían a la orilla, de ese inmenso mar.

Cuando hice la tarea, me acordé de un textito que había hecho medio poemoso, influenciada por las canciones de Sabina. Lo rescaté y rehice. Y me gustó un chingomadral. A ver qué les parece:

Eternidad Interrumpida
Había una vez una eternidad impregnada en un beso, de esos que no se turban ante otras miradas. Él: cuarenta, con la vida resuelta y casado. Ella: dieciséis y urgida por que la siguiera tocando. Eran la pasión y la dicha encarnada. La envidia y la ilegalidad sentenciada.
El resplandor de una luna llena le recordó la sangre que no había llegado con el cuarto menguante. Maldijo anhelando. Anheló sonriendo. Sonrió llorando. Lloró durmiendo. Con los labios titubeantes, ella le informó de la dicha que le acuchilleaba el alma.
Y él, como un dios que con el hecho de negar su presencia, ratifica el derecho a intervenir en su destino, dijo NO. Un NO seco, inapelable, y déspota. Tan definitiva era turbiedad de sus ojos negros, que no verían nunca más los de aquélla.
Ella sólo recuerda a la alfombra con tinto derramado, el timbrar sin respuesta, el corazón amargado. El insomnio, las pesadillas, los cigarros. El miedo a todo, el deseo condenado, el desamparo. El fértil vientre desgarrado.

Sin embargo, ésa no es mi voz. Es decir, si son mis palabras pero no me veo escribiendo siempre así. Los traumaditos que llevan muchos años leyéndome, se darán cuenta que mi forma ha cambiado a través de los tiempos. Ahora intento recuperar esa voz del 2004 – 2005 y pulirla con lo poco o mucho que he aprendido hasta hoy.

El texto de Recolectivo del lunes y el de No le cuentes a mi madre son extractos de lo que actualmente estoy escribiendo: mi autobiografía.

Las emociones que ha despertado su escritura son muchas y abarcan un espectro muy amplio. Desde llanto por recordar con algo con cariño, entusiasmo porque me estaba quedando muy bonito, pasando por duda porque algunas cosas se me van y hasta la hueva, de escribir sobre algo.

Ya estoy por terminarla y sin duda, ha sido una experiencia enriquecedora.

Cuando muy ovariona declaré: Voy a escribir 8 horas, no sabía lo que decía. Está CABRÓN. Hay que cerrar tuiters, mails y puerta para no pelar a nadie. Lo más difícil es la constancia y más con este friito. A veces me dan las 9 de la mañana y no me quiero levantar. Además que no escribo desde la cama (como ahorita) tengo mi propia oficina / cuarto de planchado.

Por supuesto, a no falta el pinche subconsciente diciéndome “¿estás segura?”.

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