Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

miércoles, 16 de diciembre de 2009

El gatito chino

Para este cuento, sólo me dieron a tocar un gato chino de la fortuna.
De ahí inventé todo. Algunas cosas de la repisa existen de verdad :)

Recién estrenaba marido cuando éste me dio un gordo presupuesto para amueblar nuestra casa a mi gusto. “Tú que has viajado, elige cómo la quieres decorar, cariño”. Así que la vestí de pared a pared: colgué cuadros con figuras abstractas, atiborré los libreros de roble y coloqué grandes y engañosos espejos que dan más amplitud. Cubrí el piso con alfombras en las recámaras y tapetes en las salas. No faltan las grandes televisiones, equipos de sonido y computadoras. Hay burós, mesas, sillas y sillones de colores obscuros y solemnes, acordes a un político y su nueva familia.

Sin embargo, en un pasillo, hay una vitrina de latón que desarmoniza con la elegancia de la casa. -Es mi espacio egoísta, mí pasado- le dije cuando ese gesto de desaprobación se asomó en su cara. Además, por este pasillo sólo pasa la servidumbre. Él alzó los hombros y chasqueó la lengua aceptando esa pequeña derrota.

En su interior, mi vitrina tiene un mate y su hace mucho no utilizada bombilla de metal. A su lado, una lamparita con base de alambre y pantalla hecha de pedazos de vidrios verdes. Algunos están rotos y no tiene la vela para iluminar. Un poco raspado está un avioncito de madera pintado en rojo y amarillo brillante. A la muñeca de trapo le falta un ojo, la moto-estatua de bujías se ha comenzado a oxidar y sin vodka se encuentra esa botellita de Stolichnaya que tomé en un avión trasatlántico. Al fondo, un cuadrito del arcángel Gabriel.

Alguna vez todas esas piezas estuvieron libres en los libreros de una casa que no tenía sala, ni tapetes. En vez de cuadros, había postales del mundo regadas, intentando adornar la blanca pared. Una casa en la que mucho tiempo sólo la habité yo.

Cada pieza cuenta una historia, unas personas, un lugar. En cada una estoy yo o al menos, una versión de mí. El último elemento que se incorporó a esa colección fue el gatito chino. De color dorado, su altura no pasa diez centímetros. Su larga cola apunta hacia arriba y está en tres patas, ya que la cuarta la utiliza para saludar.

En el 2010 visité Pekín. Mi estómago aún se estaba acostumbrando a su grasosa y exótica comida, pero negaba a comer en restaurantes para turistas. La fila para entrar a aquel restaurant era inmensa y yo que era amante de las multitudes, me formé. Cuando por fin fue mi turno, me asignaron una pequeña mesa para una persona, bajo una de esas lámparas-bola de techo de color rojo y dorado. Me sirvieron un té que sabía a maderas y con señas ordené lo que me pareció menos asqueroso del menú fotográfico.

En la mesa se encontraba esperándome el gatito chino; lo sostuve a pocos centímetros de mi cara para verlo mejor, mientras mis dedos sentían sus finos ángulos. Otro comensal se acercó a mi mesa con una gran sonrisa y en un inglés apenas entendible, me dijo que la tradición es tomarlo, traerlo algunos días y volverlo a liberar en otro restaurant chino. -Estos chinos milenarios tan locos- pensé. Sin embargo, pocos días después y ya habiéndole agarrado el gusto a su comida, lo liberé en una mesa para dos de un restaurante de Shanghai.

Siete años después fui a Nueva York, acompañando a mi político esposo a una gira por la ciudad. La cita diplomática era en un restaurant chino, pero en éste, a diferencia de los que conocí cuando la década nacía, había que hacer reservaciones y su menú estaba en inglés.

Mi cabello ya no era rojo, no iba sola, ni cargaba un bulto en la espalda. Pero el gatito chino estaba ahí, esperando a ser tomado, para posteriormente obtener la libertad. Le conté la historia al grupo que me acompañaba y todos me regresaron una sonrisa condescendiente. ¿Hay cosas menos banales en este mundo por hablar, cierto?

Tomé el gatito y lo guardé en mi bolso de satín y de ahí directo a la vitrina. Si yo me encerré ¿Por qué no había de hacerlo él?

2 comentarios:

poeta_sin_inspiracion dijo...

Si eso apunta para el futuro... creo que entre todos te patearemos....
pido el ultimo turno...

Buena historia

La Rosy dijo...

No apunta, pero uno nunca sabe, ¿cierto?.

Saludos y pega quedito :)