Este blog personal estuvo activo de marzo de 2008 a julio de 2010. La continuación está en jeri4queen.blogspot.com

martes, 27 de octubre de 2009

Escenarios UNO

Los siguientes textos son mis tareas del taller de escritura. El objetivo es plantear un escenario, la historia es muy pequeña, casi mínima. Estais advertidos


La habitación

Me despertó el sonido del teléfono. Me levanté a tientas siguiendo el ruido del aparato. Estaba oscurísimo y la habitación aun era desconocida para mí por lo que en mi prisa por contestar, choqué mi cabeza con la cama de arriba. Adolorida, me dirigía a la puerta, buscando en su marco el encendedor de luz. Cuando lo encontré, el teléfono ya había callado. Olvidé que el interruptor se encontraba apenas a un metro del suelo y yo buscaba más arriba.

Encendí la luz y observé mi nueva habitación: las sábanas eran rosas, la pared tenía ositos y la lámpara del techo estaba adornada con listones de colores. Sí, era una habitación para niñas, pero decidí rentarla porque tenía computadora con internet.

Me acerqué a la ventana y subí la dura persiana. La primera vez que la vi no supe bien cómo subirla. Nunca había visto una persiana así y sin duda, me sorprendió. De color café muy obscuro, se encuentra entre dos vidrios, por lo que el mecanismo para subirla se encuentra incrustado en la pared y hay que jalar con fuerza. Jalar y soltar. Jalar y soltar.

La luz invernal se asomó por la ventana, que daba justo a una glorieta nevada. Abajo, los carros ya circulaban con prisa y yo, congelada, no quería ni quitarme la pijama. A pesar que el suelo de parquet (una especie de madera al parecer, muy popular en España) contenía mucho del frío, enfundé mis pies en un par de pantuflas acolchonadas.

Afuera, muchos árboles contenían la nieve nocturna y contrastaban elegantemente con los edificios de apartamentos color marrón. La primera vez que vi la nieve me emocioné mucho, ya que nunca antes lo había hecho. Sin embargo, ahora que el paisaje ya era habitual esperaba ansiosamente a que avanzaran los meses e hiciera un poco de calor.

Volví al escritorio de madera que soportaba a la rudimentaria computadora. En lo que encendía, acomodé los pocos recuerdos que había traído de México. Fotos, una muñeca, una botella de tequila.

No elegí llegar a Madrid en invierno, eso lo marcó el calendario de clases. Yo prefiero sentir el sol sobre mis hombros aunque mi piel se queme. Me gusta usar ropa liviana y zapatos abiertos. Levantarme el pelo y usar lentes obscuros. El frío español de aquellos primeros días combinaba con mi estado de ánimo: melancólica, asustada, nostálgica, solitaria. Cuando el calendario avanzó obtuve mi ansiado calor y usé alpargatas de colores.

Ahora sé que así tenía que ser. 

Gente chismosa.

Las dos mujeres hablaban sin cesar; la de más edad gesticulaba mucho por lo que me llamó la atención y quise escuchar. Sin embargo, el ruido de aquella cafetería me lo impedía. Era hora del desayuno y el lugar estaba a reventar. Su mesa estaba justo frente a la mía, por lo que para enterarme mejor del chisme, me levanté con la intensión de cambiarme de equipal, pero dentro de la misma mesa.

Sin embargo, torpemente derramé el café sobre el mantel azul marino que cubría la mesa. Tres meseros vestidos de manera idéntica –negro con delantal blanco- se acercaron en mi ayuda. El alboroto que hice llamó la atención de los comensales que estaban cerca, quienes me miraron con ojos inquisidores. Todos voltearon, exceptuando estas dos mujeres, quienes seguían enfrascadas en su discusión. La mujer más joven tenía la mirada hacia abajo y el ceño fruncido. Quizá era muy blanca, pero yo notaba palidez en su rostro. Cuando apenas intentaba hablar era callada por quien supuse era su madre.

Una vez que pasó el caos, me senté más cerca de ambas mujeres, pero dándoles la espalda para escuchar mejor. Los meseros me ofrecieron otro café, pero preferí un jugo de naranja. Servido en un vaso de vidrio soplado con posta azul, entonaba perfectamente con la vajilla de cerámica.

Ordené chilaquiles verdes con pollo y volví a poner atención en las mujeres: confirmé mi teoría de que la mayor era su madre ya que hablaba con las frases clásicas de aquellas “me vas a matar de esta decepción” repetía. La hija, con voz muy baja y temerosa le aseguraba que no se iba a casar.

Tuve que voltear la cabeza cuando la enojada madre tomó el clavel de adorno y comenzó a golpear la mesa. Después lo aventó a un macetero que tenía cerca. La hija, con las lágrimas ya visibles tomó una de las servilletas de tela y se dirigió con prisa al baño.

Por supuesto, ambas mujeres se habían vuelto centro de atención del lugar por lo que muchos rostros siguieron el accidentado paso de la menor hacia el baño.

Una mujer gorda, peinado de salón y maquillaje exagerado se acercó a mí y me preguntó si sabía por qué la menor estaba llorando.

-No se quiere casar- contesté.
-Ah, si… ya se le ve la panza, ¿No crees?- Y se fue sin esperar respuesta.

Pinche gente tan chismosa, pensé.

4 comentarios:

poeta_sin_inspiracion dijo...

Rox, nos apuntamos para el blog...
leale aca...
http://amigosconfidentes.blogspot.com/
ojala te guste.. pd. tus ejercicios literarios no dan flojera estan padres y con buena solvencia en la lectura.. estas bien hija estas bieeenn..

Andreinski dijo...

Ay yo iba a decir que a mi también me tomó por sorpresa el sistema de persianas acá en las europas y en eso vi que me tienes en tu blogroll y se me hizo la cara de pasita así como cuando dice uno "awwww" y dije "awwww" y así. Un honor.

Besos, muchachita desquehacerada.

Sivoli dijo...

Jajaja, me laten, me laten... aunque en Gente Chismosa (el que más me gustó) está el detalle ese de "Servido en un vaso de vidrio soplado..."

??? No le veo el sentido, no desencadena nada más adelante...

Chale, me sentí en metatextos... asté disculpe la intromisión

La Rosy dijo...

Sóvale: No hay pex, pa eso están.

Saludis!