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lunes, 3 de noviembre de 2008

De las cosas que pueden pasar en un viernes de quincena cualquiera, a una persona cualquiera

Muchos días como esos habían pasado para Mario durante este año. Sosteniendo su cigarrillo con una mano y un florero en la otra, Mario era dueño del mundo. Sonreía como sonríen los que sostienen un florero con una mano: con un ligero aire primaveral. Y con la inocencia de las primeras lluvias de febrero, no sabía que todo estaba a punto de valer verga.

Debió haberlo vislumbrado cuando, al dar un trago al florero le pareció la margarita mas detestable del mundo. Cuando vio que en realidad eran rosas, comprendió que ya estaba muy borracho. Las rosas siempre le han parecido deliciosas.

-¿Siempre tomas agua de rosas?- le preguntó ella con una sonrisa tan torcida que un hoyuelo de la nariz se le abría de más.
-Siempre.- Aseguró Mario con el convencimiento que viene tras 8 cubas.
-¿Sabes?, tengo rosas recién cortadas en mi casa. ¿Te gustaría un tesito? - le pregunto presurosa
-¿Con una nube de leche descremada? -
-Claro, como debe ser un buen te de rosas- y abrió aún más la fosa nasal izquierda.

Mario, hipnotizado por tan peculiar sonrisa, la siguió hasta el fin del mundo. Cuando el fin del mundo dice MOTEL PARIS.

Ella se adelantó para “ponerse cómoda”, mientras Mario terminaba con la transacción financiera con el encargado. “Ya valió verga”, pensó cuando vio que le faltaban 150 pesos para cubrir el importe de las 3 horas que cuestan en estos tiempos los niditos de amor. El encargado, comprensivo, aceptó que le pagase a la salida.

Como la comodidad verdadera sólo se encuentra cuando se está en pelotas, él se fue quitando la ropa para encontrarla a ella en el esplendor de todas sus colgantes carnes. Cerró los ojos y pensó en Adela Micha. Con la Micha en la cabeza y la otra debajo, se dedicó a hacer a lo que iba.

“Ya valió verga”, pensó Mario cuando la rigidez no era la suficiente para tan acrobática actividad. Culpo a la Micha y culpó al alcohol. Sin embargo, ella ponía ojitos de borrego con estrabismo y emitía gemiditos de ardilla apachurrada. Estaba fingiendo -por supuesto- y Mario se lo agradeció.

El final -de ella, claro- fue rápido y esperado, seguido de los halagos de siempre.
-Esta usted tan hermosa y delicada como un jarrito de tlaquepaque-
-¡Ay licenciado! ¡Que cosas dice!-
-Debe ser el agua de rosas, pero esta usted mas delgada que hace ocho días-
-¡Ay licenciado! Que cosas dice!- Mientras se enfundaba en unos calzones que bien podrían haber cobijado a un recién nacido o dos.

Ya iban saliendo del nidito de amor cuando Mario le dice con voz altamente varonil:
-Estelita, que pena, pero necesito que me preste 150 pesitos, el lunes se los repongo, preciosa.
-¡Ay licenciado! Que cosas dice!-

Y lo dejó en el Motel con la promesa de regresar por él y con los 150 pesos que sacaría de su tarjeta.

“Ya valió verga”, pensó Mario por tercera vez en esa noche, cuando al cabo de 50 minutos, Estelita no llegaba.”Ya valió verga”, volvió a pensar después de 2 horas y ante la mirada ganosa del encargado tuvo que aceptar el intercambio oral que le proponía para salir de ahí. “Si te la chupan sigues siendo hombre”-se convencía a sí mismo- “piensa en Adela Micha con bigotes”. Cuando la transacción terminó, Adela Micha estaría para siempre prohibida como fantasía sexual.

Salió del Motel París, encontrándose a Estelita estacionada. ¿Porque tardó tanto licenciado?. Mario se limitó a hacer un gruñido gangoso.

-¡Ay licenciado! ¡Que cosas dice!- rió ella con una coquetería que rivalizaba con el cortejo de las pingüinas del medio oeste de Alaska. Una vez sin su secretaria, se dirigió a su casa, con la esperanza que la borrachera sea tan fuerte, que olvidara lo que había pasado.

“¡Ya valió verga!” exclamó Mario fuertemente levantando las manos y llevándoselas a la cabeza cuando vio el auto de su suegra estacionado en la entrada de su casa. Intentando evitar la letanía de reproches sobre las horas de llegar y el estado inconveniente en el que venía que seguramente le proporcionaría su mujer y su chingada madre, Mario comenzó a subir el árbol que daba a la habitación de huéspedes.

La mujer salió al oir ruido. Un pájaro emprendió el vuelo. Un foco se encendió y Mario cayó de lo alto. “Ya valió verga” Exclamó la mujer al ver a Mario caer cual costal de papas gallegas. Mientras era llevado al hospital, la mujer y su chingada madre le reprochaban las horas de llegar, el estado inconveniente y la estupidez de subir árboles a esa edad y con esa complexión.

Mario descansaba en la cama del hospital. Por fin su mujer y su chingada madre se habían callado, puesto que se habían dormido. El Doctor entro a la habitación y le dijo la mala noticia:

-Ya lo he confirmado, es SIDA- dijo el Doctor con ecuanimidad
-¿Como es posible?- gritó Mario desencajado- ¡Si el encargado sólo me dio algunas chupaditas! ¿O sería Estelita? ¡Esa gorda caliente, buscona y mentirosa!.
-Esta confirmadísimo, señor.
-¡Pero ni sangre me han sacado!
-¿Que habitación es esta?
-La 4C- contestó la chingada madre
-Ah, entonces solo es un brazo roto, disculpen la confusión-

“Ya valiste verga”, adivinaba Mario el pensamiento de su mujer y su chingada madre.

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